Verdes inteligentes

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(10 DE OCTUBRE, 2022) Por J. Jesús Esquivel.

 

Verdes inteligentes

 

Washington – La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) fue por décadas un baúl de secretos invulnerables y un remolino de sospechas de todo tipo e índole entre la sociedad mexicana.

Los hackers, personas y personajes ávidos y con habilidades tecnológicas que van de la mano de los avances cibernéticos, rompieron la Caja de Pandora de la Sedena y la exhibieron como una entidad marcial que miente y no le rinde cuentas ni a su Comandante Supremo: el presidente de la república.

Guacamaya, Cotorra, Chichicuilote, qué más da el mote que tengan los hackers que demostraron la vulnerabilidad de la Sedena. Aquí lo importante y tema de fondo que nos debe inquietar como sociedad son los hechos, las aberraciones sobre abusos a los derechos humanos, los delitos y la narco corrupción que priva y privó por años en México. Bajo un ambiente y norma de corrupción gubernamental que fue eje de mando desde Gustavo Días Ordaz hasta Enrique Peña Nieto, para no ir tan lejos en la historia, la Sedena se manejó como un gobierno aparte, inmune a la justicia, consecuentada por el presidente y protegida por los poderes Legislativo y Judicial.

Lágrimas escurren de las teclas para describir la interminable lista de abusos y violaciones a los derechos humanos cometidos por la Sedena. El Campo Militar Número 1 sigue siendo sinónimo de terror y muerte. La historia militar de nuestro país, desde mediados de la década de los años 60 del siglo pasado hasta nuestros días, es un libro incompleto porque no sabemos cuántos actos, hechos y planes abominables se fraguaron en ese Campo Militar Número 1.

Los Sedenaleaks, como se bautizó a los documentos que los hackers sacaron de la Sedena exponiéndolos públicamente, horrorizan pero no sorprenden. ¿Quién no se imaginaba lo que narran esos folios? Creo que por lo menos todos quienes crecimos y nos formamos en la década de los 70 y 80 del siglo pasado, quienes leímos, miramos y hasta investigamos la violencia extrema que desató la estupidez de Felipe Calderón al militarizar la lucha contra el narcotráfico y crimen organizado. No vale la pena citar casos específicos, hasta al Chamuco se le van las ganas de festejar en el Averno el ansia de que llegue mercancía ataviada de verde olivo y azul para rendir cuentas.

Hace unos días, cuando se dio a conocer la noticia del hackeo, el presidente Andrés Manuel López Obrador minimizó el hecho.

Le faltó prudencia al primer mandatario, de eso no hay duda. Los hackers no responden a caprichos ni deseos de políticos y, como ya ocurrió, el contenido de los documentos de la Sedena no los podrá ocultar Palacio Nacional ni debajo de la alfombra ni con todos los petates del muertito. Dijo AMLO que la Sedena no espía, que hace labores de inteligencia. Pues si no espía, está claro que las labores de inteligencia de los verdes dan mucho que desear porque son todo, menos eso; inteligentes.

Es increíble la manera de operar de un hacker. Hasta un menor de edad con la inteligencia cibernética adecuada y correcta puede vulnerar los secretos de entidades internacionales que supuestamente son inquebrantables y que ya ocurrió con el caso del Pentágono y la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.

Considero que AMLO también se apresuró al aventurar que el hackeo a la Sedena podía ser extranjero. ¿Acaso el presidente piensa que los mexicanos no tienen la capacidad ni inteligencia para hacerlo? No justifico al Preciso. Tal vez, como nos ocurre a muchos, él no puede concebir el alcance de los sistemas computarizados ni lo que pueden hacer a distancia los hackers de la nacionalidad que sean.

El hilo, como siempre se ha dicho, se rompe por lo más delgado. La premura del presidente con la que intentó asegurar que la Sedena no espía y, que me perdonen mis padrinos los hijos del Averno, sí espía, debe ahora actuar en consecuencia a lo que se ha revelado.

Los verdes y azules se sienten y creen Eliot Ness; intocables, no lo son. Esta impunidad verde olivo hace daño, abre heridas, riega sangre y se insubordina a su Comandante Supremo. No se puede echar al mismo costal a todos los que representan a nuestras fuerzas marciales.

Los soldados rasos obedecen, son carne de cañón en una nación sin guerra. Los responsables de lo que revelan los documentos de la Sedena son los jefes castrenses que sexenio tras sexenio se pasan la estafeta.

 

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