La calle, esa desconocida

COMPARTA ESTE ARTÍCULO
Tiempo de lectura: 3 minutos

(05 DE OCTUBRE 2022) Por Violeta Vázquez Rojas Maldonado. 

 

La calle, esa desconocida

 

 

El 29 de agosto de este año, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, fue a la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán a dar una conferencia. Ahí, un estudiante le increpó: “Hay quienes no nos olvidamos de que usted es un racista y que no es bienvenido a la UNAM, que usted no tiene ninguna autoridad moral para venir a hablar de democracia a la UNAM”. El Consejero respondió: “En la UNAM cabemos todos”, y el estudiante le dio la razón: “por eso: no es bienvenido a la UNAM y es usted un racista”.

Como era de esperarse, las redes, donde se viralizó el video del desencuentro, dividieron su opinión: varios comentaristas y columnistas del sector conservador expresaron su apoyo al consejero, mientras que el ala simpatizante del gobierno aplaudió lo que consideró un acto valeroso de parte del estudiante. Tampoco tardaron en salir imágenes que asociaban al estudiante con el partido en el gobierno. En una de ellas, el estudiante está en un mitin junto a John Ackerman, y alguien más señaló su “cercanía” (sin especificar de qué tipo) con “un diputado de Morena por Tlalnepantla” (sin tampoco precisar cuál). El caso es que la descripción del conflicto pronto se acomodó, como sucede ya con cualquier tema público, entre “morenistas” por un lado, y los institucionales dueños de la razón y el buen comportamiento, por otro.

Después del altercado, varios estudiantes, mostrando sus credenciales, manifestaron en redes su repudio a Lorenzo Córdova y su apoyo a una reforma político electoral. Los defensores de Lorenzo Córdova se contentaron con la idea de que se trataba de más militantes de Morena, es decir, no de estudiantes conscientes y posicionados ante su realidad política y ejerciendo su derecho a la libre expresión, sino de entes enajenados por una ideología de partido, actuando para la conveniencia de alguien más.

El domingo pasado, la comentarista Denise Dresser se presentó en la marcha que durante más de cincuenta años se ha realizado para conmemorar el dos de octubre. Un estudiante le espetó: “Te vienes a burlar de nuestra lucha”, después de lo cual varias personas empezaron a corear: “ ̈Fuera Dresser, fuera Dresser”. Otra manifestante gritó: “Tampoco eres una feminista. Ese feminismo a mí no me representa”. La columnista se retiró, abrazada de dos madres buscadoras, y escapó de la multitud en un bicitaxi.

Las manifestaciones de repudio a figuras públicas en actos igualmente públicos no son algo nuevo, ni algo que se haya inventado en esta administración. Tampoco lo son las muestras de rechazo en marchas y mítines ante la presencia de figuras indeseables para el contingente. En septiembre de 2017, Jenaro Villamil fue hecho a un lado a gritos por un grupo de feministas separatistas que no querían marchar junto a varones. En junio de 2019, a Vicente Fox lo corrieron de una marcha convocada por el movimiento ultraderechista FRENAA, que no quería tener entre sus filas a personajes partidistas.

Todas las figuras públicas que asumen posiciones políticas -aunque se digan “neutrales”- son bienvenidas en algunos lugares y rechazadas en otros. El rechazo puede considerarse injusto, humillante o incorrecto. Pero también es parte irrenunciable del derecho a la libre expresión de los manifestantes. Sean simpatizantes de FRENAA, feministas radicales o estudiantes conmemorando el movimiento estudiantil del 68, los contingentes, organizados o no, tienen el derecho de decidir quién marcha y quién no marcha entre sus filas. Expresar su rechazo a ciertas figuras públicas, por más intolerante y odioso que parezca, es también parte de su derecho a manifestarse en sus propios términos y bajo sus propias condiciones.

No hay que perder de vista que, aunque cuantitativamente los manifestantes superan a las personas a las que rechazan, hay un balance de fuerzas que no juega a su favor: mientras que ellos son gente común que se manifiesta para

llamar la atención sobre un tema que les afecta, las figuras públicas que -con buena voluntad o sin ella- insisten en “acompañarlos” ya tienen sobre sí los micrófonos y reflectores. Esta asimetría suele ser interpretada como oportunismo, como el aprovechamiento, por parte de personas públicas, para “brillar” a costa de la indignación de quienes protestan.

Lejos de recriminar a los estudiantes que increparon a Lorenzo Córdova o Denise Dresser, de explicar su enojo con un simplón “tenían que ser de Morena”, o de culpar, como es la costumbre, al presidente de la república por el clima de “polarización” que incita desde su conferencia matutina, tanto Córdova como Dresser harían bien en tratar de averiguar, sin victimizarse, a qué se debe el rechazo popular que provocan.

No es cosa menor si consideramos que el primero es la cara más visible de un instituto nacional autónomo y la segunda es representativa de las élites intelectuales opositoras a un gobierno que cuenta con más de 60% de aprobación en su cuarto año. El rechazo que la gente les profiere no es un incidente aislado. Por el contrario, es la manifestación de un ánimo generalizado. Culpar de ello a una sola persona o atribuirlo a la militancia en un partido es no entender lo que estas figuras representan para la sociedad.

Ni el Zócalo ni la memoria del 68 se han “privatizado”, como respingan Dresser y sus aliados. Por el contrario, con lo que se encontraron fue con una plaza que no se reserva su derecho a opinar sobre el papel que los intelectuales jugaron durante administraciones pasadas y la vergonzosa tarea que asumieron en esta.

Tanto Córdova como Dresser son actores protagónicos del debate público, y deberían estar conscientes, por lo menos, de cuál es la mirada que la gente común tiene acerca de ellos. Es lo menos que se puede esperar de quienes se presentan como expertos en democracia -como Lorenzo- o como analistas políticos -como Denise-. Aunque lo presuman, no pueden tener un

entendimiento cabal de la sociedad en la que viven si no alcanzan a comprender -y más aún, a explicar- cómo son percibidos en ella.

COMPARTA ESTE ARTÍCULO

Entradas relacionadas