(18 DE MAYO 2022) Por Violeta Vázquez-Rojas Maldonado.
Los primeros en llegar y los últimos en irse
En cuanto López Obrador anunció que contrataría 500 médicos cubanos para atender algunas de las zonas más remotas del país, la parte más estridente de la opinión pública dejó ver su xenofobia y su racismo, disimulados esta vez como preocupación por el destino profesional de los médicos mexicanos. Otra parte de la opinión general, en cambio, respaldó la postura del presidente, de paso reprochando la falta de disposición de los médicos nacionales para trabajar en poblaciones alejadas.
No podemos decir que ambas partes tienen razón. Llamar a los dignos médicos cubanos “esclavos” fue exactamente lo que hizo en su momento Jair Bolsonaro cuando les exigió a los participantes del programa Mais Médicos que comprobaran sus credenciales o revalidaran sus estudios en Brasil.1 Estos días hemos oído a comentaristas reclamar al gobierno mexicano por contratar personal de esa isla, en lugar de traer “médicos holandeses o alemanes”. Estos comentarios no tienen justificación alguna y, por el contrario, sólo denotan una profunda ignorancia y mala fe.
Quienes reaccionan así probablemente desconocen algo que a estas alturas ya deberíamos saber: que Cuba, desde el triunfo de la Revolución en 1959, desarrolló un sistema de salud que se ha convertido en uno de sus activos más importantes. Según explican quienes conocen el tema, el éxito de este sistema se explica por tres aspectos: (i) un diseño que considera la salud como derecho humano y, por lo tanto, obliga al Estado a garantizar su acceso universal; (ii) la formación de profesionales en escuelas públicas gratuitas; (iii) el enfoque en la prevención y la educación de la población.
Con este sistema y un gasto en salud proporcionalmente superior al de muchos países europeos, Cuba ha logrado mantener una de las tasas de mortalidad infantil más bajas del mundo, ha desarrollado vacunas contra la meningitis y contra el cáncer de pulmón, por mencionar algunas, y fue el primer país en erradicar la transmisión materno-infantil de VIH, entre otros muchos logros.
Bien pronto Cuba se dio cuenta de que la calidad de sus profesionales médicos no podía limitarse a los confines de su territorio. En 1963 inició su colaboración con el exterior, cuando envió a Argelia la primera misión con personal médico. A lo largo de casi sesenta años, más de 400 mil profesionales de la salud han salido de Cuba a brindar atención y educación a millones de personas por todo el mundo.
Son ya emblemáticas las imágenes de los médicos de la brigada Henry Reeve, especializados en situaciones de desastre y epidemias graves, atendiendo a las víctimas de inundaciones, huracanes y terremotos en América Latina y Asia, o trabajando en la epidemia de ébola en África Occidental y más recientemente en la pandemia de Covid.
La solidaridad internacional del personal médico de Cuba es reconocida mucho más allá de simpatías ideológicas. En 2014, en una visita a la Escuela Latinoamericana de Medicina, en La Habana, Ban Ki-moon les dirigió las siguientes palabras: “Como Secretario General de las Naciones Unidas, viajo a muchos lugares difíciles; lugares desesperados, golpeados por terremotos, huracanes u otros desastres naturales; lugares remotos de carencias profundas; lugares olvidados lejos del radar de las preocupaciones de mucha gente. Y muchas veces en estas comunidades he visto lo mismo: doctores de Cuba -o doctores formados en Cuba-, ayudando y curando (…) Sus doctores están con las comunidades en las buenas y en las malas, antes de que golpeen los desastres, durante las crisis y tiempo después de que las tormentas han pasado. Son a menudo los primeros en llegar y los últimos en irse”.
El sistema de salud mexicano, en contraste, ha sufrido los embates de cuarenta años de desmantelamiento del Estado de bienestar. El número de médicos generales y especialistas en relación con la población no sólo es inferior al deseable, sino muy desigual a lo ancho del país. Según un documento de la Organización Mundial de la Salud2, en 2014 en la Ciudad de México había unos 17 médicos generales por cada 10,000 habitantes, mientras que en el Estado de México había sólo 6. En cuanto a médicos especialistas, el mismo documento reporta hasta 40 por cada 10,000 habitantes en Nuevo León, o 25 en la Ciudad de México, mientras que en Chiapas apenas habría 4 por cada 10,000, y en Oaxaca, aproximadamente 6. Las diferencias son, pues, enormes.
Algunos acusan que no hay plazas suficientes para que los egresados de las escuelas de nuestro país encuentren empleo; sin embargo, la Secretaría de Salud reporta 2,678 plazas vacantes, de las cuales 510 han estado en oferta por más de tres años, sin que nadie quiera tomarlas. Muchas de estas plazas, declaradamente, se encuentran en lugares alejados e inseguros.
Lo que ponemos en cifras se traduce en la angustia real de miles de personas que no pueden atender a algún familiar porque en su comunidad no hay un neumólogo, un cardiólogo o un pediatra. Diariamente, hay gente que muere o ve morir a los suyos de enfermedades tratables por el simple hecho de que falta en su clínica el personal que les pudo salvar la vida.
Por otro lado, hay que reconocer que, durante la dolorosa pandemia de COVID-19, los espíritus más entregados fueron los del personal de salud. Y aunque es sensato esperar que quienes eligen esa noble carrera hagan suyo el llamado de atender a quienes más lo necesitan, las vacantes anunciadas por la Secretaría de Salud podrían acompañarse de una explicación sobre las medidas que tomará el Estado para proteger a quienes se propongan para cubrirlas. Del mismo modo, sería deseable saber cuáles serán las garantías con las que contarán en esos lugares los médicos extranjeros.
En todo caso, los médicos cubanos vendrían no sólo a dar una muestra de solidaridad sino también de ética. Esta es una lección que muchísimos médicos mexicanos no necesitan, pues ejercen su práctica con estricto apego a los preceptos de su profesión. Pero habrá otros, acaso los más vociferantes y también los menos cercanos al oficio, que consideren la contratación de los médicos cubanos una afrenta, probablemente porque en el fondo saben que su ejemplo les hace falta.
1 https://www.nytimes.com/2018/11/14/world/americas/brazil-cuba-doctors-jair-bolsonaro.html
2 Gracias a Beatriz Martínez Zavala por mostrarme este texto:
https://apps.who.int/iris/handle/10665/334334