La digna ENAH

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(05 DE ENERO, 2022) Por Violeta Vázquez Rojas Maldonado. 

 

En la ENAH* se imparten siete licenciaturas: antropología social, antropología física, arqueología, etnología, etnohistoria, lingüística e historia, además de posgrados y especialidades. Su mascota es un tlacuache y su origen es el Departamento de Antropología del Instituto Politécnico Nacional, fundado en 1938. Es decir que la escuela antecede al propio Instituto Nacional de Antropología e Historia, del que pasó a formar parte en 1942. Los grandes nombres de la antropología y la arqueología en México (Alfonso Caso, Manuel Gamio, Paul Kirchhoff, Mauricio Swadesh y muchísimos otros) están inevitablemente ligados a este proyecto cardenista.

La fundación de la ENAH parte del interés del Estado en formar técnicos para entender y resolver uno de los problemas que se consideraba apremiante para el proyecto posrevolucionario: la integración de los indígenas a la nación emergente. También obedecía a la necesidad de formar expertos en la exploración y cuidado del patrimonio arqueológico, tan importante en la construcción del imaginario colectivo que dotaría de cohesión a la comunidad nacional. Todo esto es para decir que la ENAH surgió como parte orgánica de un proyecto de nación, aunque también fue el semillero de los más agudos críticos de ese proyecto.

Izquierdista desde su fundación (pues nace inserta en un proyecto de educación popular y socialista), la ENAH siempre ha tenido una naturaleza rebelde, crítica y antioficialista (con todas las contradicciones que esto implica para una escuela emergida de y para las filas de trabajadores estatales). Como era de esperarse, los regímenes neoliberales no sabían qué hacer con ella. En 1987 Octavio Paz consignó en su revista Vuelta que la ENAH debía desaparecer, pues no participaba de los grandes hallazgos epigráficos de la época y en cambio estaba altamente politizada y plagada de “ideología pseudomarxista”. Paradójicamente, la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional puso a la ENAH en el centro del movimiento social más relevante de la década de los noventa y hasta bien entrados los dosmiles. Pionera en Latinoamérica, la escuela solía albergar estudiantes de todo el continente que migraban a México sólo para tomar clases en sus aulas.

 

 

La ENAH no es sólo pasado glorioso sino resistencia cotidiana. Las estocadas presupuestales la han tenido contra las cuerdas desde, por lo menos, la administración de Fox, pero de manera especialmente aguda en los últimos años de Peña Nieto y, para nuestro desconcierto, la tendencia no ha cambiado durante el sexenio que corre. El desmantelamiento es gradual y sostenido, pero evidente. Por ejemplo, durante décadas, las trabajadoras, profesoras y estudiantes contaban con un servicio de guardería (la afamada “Pájara Pinta”), que desde la administración previa no se ofrece más. En febrero de 2018 se desmanteló el proyecto PAEMIGRA, un servicio que alentaba la movilidad estudiantil desde y hacia la escuela y ayudaba a los estudiantes foráneos con sus trámites de residencia. En 2017 también se dejó de impartir el curso propedéutico. Este curso era vital para el proceso de admisión a la escuela, pues la ENAH no aplica un examen de conocimientos generales, sino de conocimientos sobre las siete disciplinas antropológicas que imparte. En ese curso era donde los estudiantes decidían que en lugar de la licenciatura que habían elegido originalmente preferían aquella otra de la que antes conocían poco, y era también el lugar donde muchos estudiantes se enteraban por primera vez de que existe la lingüística o la etnohistoria. Cuántos egresados de esas carreras no habrían jamás optado por esa vocación si no se hubieran arrepentido a tiempo durante el curso propedéutico. Bueno, pues ya no existe: no hay dinero para pagar a los profesores.

Carlos Hernández Dávila, subdirector de la División de Licenciaturas de la ENAH recuerda, entre otros proyectos cancelados, los de difusión cultural. La ENAH celebraba un preciado concurso de fotografía antropológica, también extinto. Las actividades deportivas, dice Dávila, ahora son autogestivas, “que es un nombre muy bonito para decir que cada quien se paga lo que necesita pagarse”.

La ENAH tiene casi 80 profesores de tiempo completo, pero la mayor parte de las materias las imparten entre 350 y 370 profesores “hora-semana-mes”, es decir, que tienen contratos semestrales sólo por el tiempo que dura su asignatura. Hay un “banco” de hora-semana-mes y a menudo este presupuesto se rebasa, por lo que oímos hablar de materias canceladas y de cursos de idiomas que ya no se llegan a impartir. “Cada semestre hay que pedir extensiones presupuestales para que se apruebe la planta”, dice Hugo Carrera, jefe de la Licenciatura en Lingüística.

Aunque ha habido aumentos al presupuesto del INAH, los entrevistados coinciden en que esto no se refleja en las condiciones materiales de la escuela, que carece de equipo audiovisual, de materiales de laboratorio, de infraestructura suficiente de comunicaciones, que necesita con urgencia una actualización de su acervo bibliográfico. “No sé si el dinero se queda arriba y nunca llega abajo”, porque en la escuela, comenta Hugo Carrera, “todo se justifica con la bandera de la austeridad”.

Además de los trabajadores hora-semana-mes, existen los eventuales. Los eventuales, dice Dávila, son los que realizan labores sustantivas y sobre ellos ha recaído la operación de la escuela durante la pandemia. Son “los que diseñan la planta docente, los que hacen las equivalencias entre materias, los que tienen la administración y gestión de las aulas virtuales, el área informática, etc.”. Los trabajadores eventuales firman contratos cada tres meses, y no cada año como se suele asumir en documentos oficiales.

Tanto los trabajadores eventuales como los hora-semana-mes piden certeza laboral y la dignificación de sus salarios. También es una demanda, dice Dávila, que los profesores de tiempo completo (que sí cuentan con salarios estables, estímulos y prestaciones) participen más de las labores cotidianas de la escuela y se solidaricen con las exigencias de sus colegas no basificados.

Amanda Delgado, responsable del Laboratorio de Lingüística, también nota que, aunque hubo recursos para el equipamiento del laboratorio a su cargo, cuando ella entró lo encontró prácticamente desmantelado. “Es necesario hacer una auditoría” -dice- “porque no sabemos cómo se ejerció el dinero”. Ni alumnos ni investigadores cuentan con dinero para trabajo de campo desde antes de la pandemia. Además, enlista otras demandas: el pago inmediato de los adeudos a los trabajadores, que se regularice y conste en el contrato el aumento salarial, “que se nos otorgue un contrato y no una hoja de movimiento de personal: pedimos que se nos haga un contrato, porque siempre nos dicen que no tenemos contrato con el INAH. Que se nos reconozca el trabajo que hacemos como docentes”.

Las demandas de la ENAH, de sus trabajadores, sus directivos, sus profesores y estudiantes, como se ve, no son exóticas ni caprichosas. No piden sostener burocracias doradas, sino trabajadores indispensables. Se trata de proveer, no de lo mínimo, sino de lo suficiente, a una institución con una historia de más de 80 años, con una tradición insoslayable en la generación de conocimiento y, por lo tanto, vital en la comprensión y en la transformación de la realidad nacional, además reconocida por su historia de lucha social, de memoria y de crítica.

Jamás doblegada por el neoliberalismo, la ENAH merece ser rescatada ahora de las consecuencias de una austeridad mal entendida y mal aplicada. Atender sus demandas sería un acto de congruencia de parte del gobierno federal con todo aquello que le confiamos defender.

 

*Con profundo agradecimiento a Amanda Delgado, Hugo Carrera y Carlos Hernández Dávila, por su tiempo y por toda la información y reflexiones que me compartieron, que es mucho más de lo que pude plasmar aquí.

 


Violeta Vázquez Rojas Maldonado es Doctora en lingüística por la Universidad de Nueva York. Profesora-investigadora en El Colegio de México. Se dedica al estudio del significado. Ha publicado investigaciones sobre la semántica del purépecha y del español y textos de divulgación y de opinión sobre lenguaje y política. 

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