Adiós a Jorge Mario Bergoglio, el Papa latinoamericano que reformó la imagen de la Iglesia

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Portada: Rapé

(26 DE ABRIL, 2025).-Una iglesia pobre y para los pobres”, así llegó Jorge Mario Bergoglio una vez que eligió el nombre de Francisco, en honor a Francisco de Asís, un santo italiano del siglo XIII que vivió una vida religiosa, austera y simple.

De pantalón negro y zapato ortopédico debajo de la sotana blanca, Bergoglio practicó los ritos religiosos en ausencia de parafernalias con oro, diamantes, sedas y obras de arte, como si se tratase de un simple párroco, dicen algunos.

Y es que tal vez él fuese considerado con buena razón un simple párroco. En términos nitzscherianos, él no pertenecía a los anticristos a pesar de caminar entre ellos, o por lo menos fue el balance final de su pontificado, que cerró con una última disidencia al postrar su cuero en un cajón de madera y zinc.

Pero pareciera que el mundo necesitaba a un personaje irónico como Bergoglio, que ocupó un espacio dentro de una institución tan conservadora como lo es la iglesia.

Porque, aunque no sea totalmente explícito, las normas y la vida de la iglesia católica tienen un efecto más allá de la iglesia misma, penetrando de manera simbólica en la vida social y política de las tierras, que, aunque ya independientes, guardan un pasado de conquista de un proceso evangelizador.

¿Cómo era posible un santo, enlace terrenal del rey divino, predicando pobreza en el palacio clerical?

¿Pero qué se podía esperar si su antecesor, Joseph Alois Ratzinger, o más conocido como Benedicto XVI, había dimitido de tal misión?

Era evidente que existía una crisis religiosa, de lo divino, de la fe, que además se venía arrastrando en medio de escándalos de una pederastia institucionalizada desde casi la última etapa del pontificado de Juan Pablo II y la filtración masiva de evidencia de una corrupción financiera desde la Santa Sede que elevaron las críticas más duras de la historia de la iglesia católica.

Pero la decisión de elegir a Bergoglio no fue sencilla. Primero, porque en un principio no figuraba entre los más cercanos a la burocracia eclesiástica. Entre los más afectos a Benedicto XVI, apoyaban a Angelo Scola, italiano radicado en Milán y cercano a una iglesia más conservadora. Otra facción encabezada por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, impulsaba al arzobispo de Sao Pablo, Odilio Pedro Scherer.

Sin embargo, la dimisión de Benedicto modificó la correlación de fuerzas y su dimisión dejaba en visto una burocracia frágil.

Se dice que en la iglesia existe una regla no escrita: el Papa no puede provenir de los Estados Unidos debido a la influencia geopolítica que ejerce este país; sin embargo, sigue teniendo un gran peso en las decisiones dentro del cónclave.

Sean O’Malley, arzobispo franciscano de Boston, era una de las preferencias de Jorge Mario Bergoglio y una gran coincidencia sucedió cuando O’Malley llegó con su candidato Bergoglio.

El segundo factor que no hacía fácil su elección fue su historia, que para algunos se consideraba fuera del perfil del recinto protector de la ortodoxia católica, además de algunos “altibajos” durante su juventud.

Un joven Bergoglio de 21 años, originario de un barrio porteño en Buenos Aires, decidió dar un giro a su carrera técnica en química de alimentos para convertirse en sacerdote.

Al término de sus estudios entre 1958 y 1960, en el juniorado jesuita en Santiago de Chile, se fue a estudiar entre 1967 y 1970 teología en la Facultad del Colegio Máximo de San José, donde fue discípulo de Juan Carlos Scannone, uno de los fundadores de la corriente filosófica de la Teología de la Liberación y Teología del Pueblo, las cuales se caracterizan por hacer una lectura religiosa de los contextos sociales y con un enfoque materialista.

En 1976, durante la dictadura militar en Argentina, fue cercano a un grupo de choque de la derecha peronista llamado Guardia de Hierro. Sin embargo, a pesar de que la iglesia servía tramposamente como intermediario entre el régimen y la oposición para evitar una oleada de protestas, Bergoglio se atrevió a enfrentar a los dictadores Rafael Videla y Eduardo Massera para exigir la liberación de sacerdotes que, a través de tareas y discursos más sociales, terminaban por traducirse como contradictorios con la política del régimen; tales eran los casos de Orlando Yonio y Francisco Jalics. Asimismo, Bergoglio ayudó a escapar a perseguidos políticos hacia Uruguay y Brasil. Fue una época vertiginosa de la cual Francisco se arrepintió en alguna ocasión por distintas acciones y posturas que sostuvo.

Entre 1990 y 1992, Jorge Mario Bergoglio fue trasladado a Córdoba como sacerdote, lo que algunos interpretaron como castigo. Sin embargo, volvió a acercarse a la cúpula de la iglesia en Argentina cuando el arzobispo de Buenos Aires, Antoni Quarracino, lo escuchó predicar y lo promovió como obispo auxiliar y luego como su sucesor el 28 de febrero de 1998.

Durante su estancia en Buenos Aires, se le recuerda por viajar en metro y ómnibus, tener profundas reservas hacia la prensa, hablar con los amigos y vivir una vida cómoda y austera.

Al comienzo del cónclave en 2013, es posible que Bergoglio también comenzara a figurar más entre los posibles candidatos cuando Ratzinger lo designó como miembro de la Pontificia Comisión para América Latina, lo que se pudiera interpretar como un voto de confianza. Y finalmente, el 13 de marzo de 2013, en la quinta ronda de votaciones, el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue nombrado el sucesor de Benedicto XVI, convirtiéndose así en el primer papa latinoamericano.

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