(15 DE MAYO, 2023) Por J. Jesús Esquivel.
No hubo apocalipsis migratorio
Washington – El papel de la prensa es esencial para exigir la rendición de cuentas de los gobernantes de cualquier país, siempre lo he dicho. Esto no exime a quienes nos dedicamos a apachurrar teclas, a caer en errores de todas magnitudes, colores y sabores.
Los avances tecnológicos, y de forma particular la Internet y redes sociales, han sacudido de fondo al periodismo de investigación. Indudablemente, las redes sociales han contribuido a que la gente deje de exigir información fidedigna y verificable para que se conforme con la inmediatez y los escándalos. No me voy a detener en dar ejemplos de esto porque no alcanzaría la tinta ni el espacio para hacerlo.
¿A dónde voy con toda esta diatriba? Simple: a la situación migratoria que se vive en este momento en la frontera norte de nuestro país y en la del sur de los Estados Unidos.
Con el fin de la emergencia sanitaria por la pandemia de COVID-19 y la anulación del llamado Título 42 que impuso Donald Trump en Estados Unidos como reemplazo a su fracaso para amurallar la frontera y
criminalizar a la inmigración latinoamericana, la prensa gringa desnudó su tendencia a exagerar las realidades para calentar el horno del conservadurismo y el racismo que priva en su nación.
Cuatro días antes de que se llegara al plazo del primer minuto del viernes 12 de mayo, la prensa gringa, y en particular la televisiva, en inglés y hasta en español, se dedicó a prevenir a su sociedad de una catástrofe humanitaria. Hasta el gobierno de Joe Biden cayó en las redes del sensacionalismo de la situación migratoria.
A los migrantes latinoamericanos la ciudadanía estadunidense siempre tiende a encasillarla como seres humanos en desgracia perenne. Sin importarles las causas genuinas del peregrinaje obligado de familias enteras a buscar su bienestar en tierras racistas del norte, la prensa gringa no deja de pintar a los inmigrantes como invasores.
Decenas de reporteros de gringolandia se desplazaron a la frontera para prepararse a narrar ‘en vivo’ el maremoto migratorio que violaría la sacrosanta frontera sur de los Estados Unidos.
Las cadenas de televisión y los grandes diarios estadunidenses como The Washington Post y The New York Times, no se ponían de acuerdo en sus cálculos del número de ciudadanos de Cuba, Haití, Nicaragua,
Honduras, El Salvador, Guatemala y Venezuela que advertían avasallarían a la frontera militarizada que Trump quiso sellar con un muro y que Biden lo hizo con 24 mil agentes y 4 mil soldados.
Hasta 660 mil personas, llegó a prevenir The New York Times, podrían intentar saltarse el Río Bravo entre México y Estados Unidos. Decenas de miles potenciales migrantes solicitantes de asilo amenazaban con internarse a tierras donde no los quieren, excepto como mano de obra barata, según los medios de comunicación gringos.
¡No hubo tal apocalipsis migratorio! Prensa gringa revoltosa, los espero en el infierno para que entreguen cuentas como los políticos; dirían mis padrinos los hijos del Averno y bendecidos por El Chamuco.
Hay necesidad, pero sobre todo mucha dignidad entre los emigrantes. Con el fin del Título 42, Biden puso en marcha el inicio del Título 8. En Washington, la Casa Blanca y hasta el Pentágono con el traslado a la frontera sur de sus 4 mil soldados de la Guardia Nacional, no se cansaron de advertir a los migrantes que ni se atrevieran a poner sus plantas en sus suelos de manera indocumentada.
Las amenazas iban desde vetarlos de por vida para volver a intentar convertirse en asilados por razones humanitarias y seguridad o por un plazo de cinco años. Incluso, meterlos en la cárcel como criminales si reincidían en cruzar como ‘ilegales’ la franja limítrofe y caían en manos de la Gestapo; me refiero a los agentes de la Patrulla Fronteriza.
Con esos apapachos de bienvenida, la ola migrante se quedó a la orilla de las aguas negras del Bravo. Para desgracia de la prensa gringa, el Título 8 les tiró por la borda el guateque. Como no hubo pinche apocalipsis, los titulares del sábado 13 de mayo del Washington Post y New York Times y los reportes de televisión en gringolandia, destacaron la normalidad y civilidad de los inmigrantes. El domingo 14 de mayo el tema dejó de ser noticia y a otra cosa mariposa. La dignidad se impuso.