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(20 DE FEBRERO, 2023) Por J. Jesús Esquivel.

 

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Brooklyn, N.Y. – En el mundo entero se tiene la noción de que el gobierno de Estados Unidos se siente y cree la policía del mundo.

Presume de ser un país ejemplo de democracia, de libertad de expresión, limpio de corrupción y con un sistema judicial perfecto.

Su egolatría los ha llevado a invadir a otras naciones para salvarlos de tiranías socialistas y regímenes militares, argumentos que en realidad disfrazan su única razón de intervencionismo: los intereses económicos.

No voy a hacer un análisis de lo que arriba menciono porque ni los cuadernos de dibujo de mis padrinos, los hijos del Averno, me alcanzarían para dar cuenta de todos los atropellos gringos. Me voy a concentrar en delinear un poco las impurezas de un sistema judicial que en el último mes ha sido expuesto a través del juicio por narcotráfico a Genaro García Luna, sí; el amigo, asesor, confidente, mano derecha y secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón.

No puedo, porque no tengo una bola de cristal y sólo El Chamuco sabe a quién va a rostizar en un futuro muy cercano, hacer un vaticinio sobre el veredicto contra García Luna; aunque tengo cierta tendencia a creer que en la Corte Federal del Distrito Este en Brooklyn, Nueva York, al amigo de Calderón lo van a declarar culpable.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos, desde diciembre de 2019, cuando arrestó a García Luna, nos vendió a los mexicanos la ilusión de que a falta de una mano justiciera en nuestro país, ellos se encargarían de darle su merecido a quien dirigió la descomposición social, criminal y la barbarie orquestada por Felipe Calderón.

Desde que se celebró la primera audiencia del juicio a cargo del juez Brian Cogan, pensábamos que íbamos a conocer hasta la muela del juicio de las fauces calderonistas que se tragaron los millones de dólares que los diferentes cárteles del narcotráfico les pagaron durante 6 años.

Nunca apareció en la Corte neoyorquina la “smoking gun”, como dicen los gringos. El Departamento de Justicia ni una pistolita de agua tenía para sustentar su papel como policía investigador del mundo.

Para nosotros los mexicanos no hay duda de que García Luna estuvo de la mano con el narco cuando fue alfil de Calderón. Sin la corrupción gubernamental, los cárteles no pueden operar como lo hacen.

En Gringolandia la presunción de inocencia es intocable y la de García Luna no puede ser ignorada por el Departamento de Justicia. Ante Cogan y las siete mujeres y cinco hombres del jurado calificador, los fiscales del Departamento de Justicia no presentaron físicamente ningún papel, grabación o video que corroborara la relación de García Luna con el Cártel de Sinaloa, ni de que éste le pagaba millones de dólares mensualmente. Nada, repito, nada.

Como en una farsa o fábula judicial, los fiscales se dedicaron a darle credibilidad al testimonio de criminales y exfuncionarios públicos mexicanos a quienes han procesado, enjuiciado, sentenciado y perdonado sus pecados de colusión con el narcotráfico. La palabra de estos testigos es tan hueca como la ignorancia que clama Calderón respecto a que no sabía de los nexos de García Luna con los narcos.

Testigos cooperantes y protegidos como Jesús “El Rey” Zambada García, Sergio Villarreal Barragán “El Grande” o Edgar Veytia “El Diablo”, para librar su pellejo son capaces de vender a su madre y justo eso fue lo que hicieron en el juicio a García Luna estos tres personajes; declarar lo que los fiscales les pidieron que dijeran.

Somos millones los que no tenemos duda de que García Luna tuvo una relación con El Rey Zambada o El Grande, ni que sus lugartenientes en la Secretaría de Seguridad Pública, como Luis Cárdenas Palomino y Ramón Pequeño García, entre muchos otros, eran empleados del narco.

La puerca no tuerce el rabo, por lo que México puede creer al respecto que García Luna y sus mandos fueron un brazo ejecutor del Cártel de Sinaloa. Las verdades o mentiras a medias de los testigos protegidos y cooperantes que soltaron ante Cogan y el jurado, ni falta harían a mexicanos para encerrar de por vida en una mazmorra al confidente de Calderón, sin embargo, en el teatro de oropel del sistema judicial estadunidense este caso no depende de lo que se crea fuera de la Corte.

La duda sobre la posibilidad de que García Luna quede impune se sustenta en que los testimonios de los testigos no sean suficientes para que el jurado lo declare culpable. Yo creo que lo hará, pero…

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