(25 DE ENERO 2023) Por Violeta Vázquez Rojas Maldonado.
La defensa mediática de García Luna
“Hay dos tipos de corrupción, el que se voltea para un lado y deja pasar, y otra, la de los funcionarios que forman parte de las actividades de la organización”. Estas fueron las palabras, según reportan diversos medios, de Sergio Enrique Villarreal, alias “El Grande”, en su declaración como testigo en el juicio contra Genaro García Luna, donde luego aseveró que el acusado era de los del segundo tipo.
El juicio, que se inició el lunes 23 de enero en Brooklyn, involucra al más alto funcionario mexicano que haya sido sometido a un proceso penal en Estados Unidos. A García Luna, quien fue director de la Agencia Federal de Investigación (AFI) en el gobierno de Vicente Fox y secretario de Seguridad Pública en el de Felipe Calderón, se le imputan cinco delitos. Testificarán en su contra alrededor de 70 personas, desde agentes que intervinieron en su captura hasta altos perfiles que purgan condenas por narcotráfico y que accedieron a dar sus testimonios a cambio de beneficios en sus sentencias. Entre ellos están El Rey Zambada y Edgar Veytia, exfiscal de Nayarit, detenido en 2017 y sentenciado a 20 años de prisión en Estados Unidos.
Hasta ahora -al 24 de enero- sólo hemos conocido las declaraciones de Sergio Villarreal, y son escabrosas. Detallan el absoluto poder que el Cártel de Sinaloa tenía sobre el expolicía, a quien le entregaban como soborno un millón o un millón y medio de dólares mensuales. El encargado de los pagos, según El Grande, era Arturo Beltrán Leyva. El cártel creció como nunca, continúa el testimonio, gracias a la ayuda del ahora acusado, quien desde la dirección de la AFI les brindaba protección y les alertaba sobre operativos.
Las declaraciones remueven el recuerdo aún fresco de los años de la “guerra contra el narco”, ese periodo cruento que trastocó la vida de millones de personas
por todo el país. Los testimonios de Villarreal le dan imágenes concretas a un pasaje de nuestra historia reciente que todos conocíamos, pero cuyos detalles estaban ocultos. Evocando el título de aquel librito de Borges, los relatos que conoceremos durante las semanas que dure el juicio conformarán una gruesa historia nacional de la indolencia.
Las dudas sobre la probidad de García Luna y de su jefe, Felipe Calderón, son tantas y tan fundadas que se asemejan a la certeza contundente de su culpabilidad. A pesar de eso, no ha faltado en el mapa mediático mexicano quien se atreva a defenderlos, aunque sólo lo puedan hacer de manera velada. El papel de quienes desde los medios tratan de encubrir sus atrocidades se ha centrado en dos estrategias.
La primera y más evidente es la de silenciar, o al menos relegar a un plano secundario, las notas relativas al juicio. Por ejemplo, el portal Latinus no tiene en su primera página dedicada a noticias de México ninguna nota relativa al tema, y en su sección “Estados Unidos” apenas si aparecen dos, disimuladas entre la información sobre el tiroteo de hace unos días en Monterey Park y el caos de la venta de boletos de la gira de Taylor Swift.
Hay que reconocer que el presidente López Obrador se adelantó a esta táctica: denunció que los medios no le darían suficiente cobertura, y anunció que dedicará al tema una parte de su conferencia matutina, que será tal vez el canal desde donde se difunda más información sobre el juicio, recabada de distintos medios y corresponsales.
A la táctica del silencio contribuyen también quienes, sin afán de defender a Calderón y sus secuaces, pero en el ánimo de mantenerse críticos contra el gobierno de AMLO, quisieran no hacerle publicidad a un evento que saben que políticamente lo favorece, pues demuestra con desconcertante detalle hasta qué grado llegó la descomposición de los gobiernos del periodo que el presidente llama neoliberal. En esta postura, a menudo asumida como “de izquierda”, se insiste en que el veredicto está cantado, que se trata de un mero espectáculo cuyo resultado no será la justicia, sino apenas un control de daños para las agencias estadounidenses involucradas en la llamada lucha contra el narco. Los proponentes de esta variedad de silencio desdeñoso olvidan que, aunque muchas de las cosas que se dirán en este juicio ya las sabía la sociedad mexicana, el hecho de oírlas relatar por sus protagonistas, así se trate de los más abyectos criminales, le da la razón a una memoria colectiva que los gobiernos anteriores se empeñaron en acallar, y esa mera confirmación es ya en sí misma una medida hasta cierto punto reparadora, sea cual sea el veredicto del jurado.
La segunda estrategia de apoyo velado a Calderón es la de fortalecer ante la opinión pública los argumentos principales de los abogados defensores de Genaro García Luna. A quienes testifican en contra se les pinta como desalmados criminales resentidos o convenencieros y que, por lo tanto, no pueden aportar testimonios creíbles. Así, Héctor de Mauleón en El Universal, y Sergio Sarmiento, desde el Reforma, dedican sus columnas del martes 24 a argumentar que los dichos de El Grande no son confiables, pues ya había sido testigo anteriormente en procesos que terminaron en exoneraciones. “E[l] jurado terminó el día con las ruidosas declaraciones de El Grande, pero con poco más”, escribe de Mauleón. Sarmiento sentencia que los testimonios de El Grande serían convincentes “si no fuera por el detalle de que Villarreal fue detenido en 2010 en Puebla y Beltrán Leyva abatido en 2009 en Cuernavaca cuando García Luna era secretario de Seguridad. Si los estaba protegiendo hizo muy mal trabajo. Otra posibilidad es que Villarreal esté mintiendo para incriminar al jefe policial a quien culpa de su detención”.
El Reforma también publica una nota firmada por Abel Barajas, titulada “Un testigo poco confiable”, que enlista todos los procesos penales en los que Villarreal participó como testigo en México, para después afirmar “no pasó mucho tiempo para que distintos jueces y magistrados llegaran a la conclusión de que sus dichos eran -en el mejor de los casos- “inconsistentes”, porque no le constaban de primera mano las acusaciones”.
Al mismo tiempo, El Financiero encuentra sumo valor periodístico en detallar los gestos de amor que García Luna le profiere a su esposa en el primer día del juicio. No en una, sino en dos notas del martes 24, el diario detalla el buen ánimo del acusado y su reacción al ver a su esposa: “Cristina Pereyra llegó ataviada de un abrigo negro con el cabello suelto. Su figura acaparó los ojos de su esposo, quien desde lejos movió la cabeza y pronunció palabras de amor”.
Valdrá la pena seguir este juicio y leer los testimonios de quienes estuvieron directamente involucrados, y también observar el comportamiento de los medios y los comentaristas que tratan de minimizarlos, obviarlos o desdeñarlos. Conocer estos hechos de la boca de sus principales actores, con mayor razón si son los propios integrantes de las redes criminales, es necesario no sólo para que los culpables paguen por sus delitos -lo cual puede o no suceder-, sino para afianzar el recuerdo de las atrocidades que son capaces de cometer quienes ya gobernaron y que pretenden gobernar otra vez.