(28 DE NOVIEMBRE, 2022) Por J. Jesús Esquivel.
Migración y el cuento de nunca acabar
Washington – Terminó la euforia, el resultado de las elecciones intermedias en Estados Unidos le cambió la cara al Capitolio. Un congreso federal estadounidense dividido; la Cámara de Representantes quedó bajo el control de los republicanos, la de senadores, de los demócratas y en la Casa Blanca sigue Joe Biden.
La disputa por el poder en Washington entre demócratas y republicanos y por la presidencia en las elecciones de 2024 será la marca de los últimos dos años de la presidencia de Biden.
Desde el arranque de este siglo ya es costumbre que en época electoral en los Estados Unidos se hable del voto latino y de la reforma a las leyes de inmigración para regularizar el estatus de residencia y laboral de unos 10 millones de inmigrantes indocumentados.
Los candidatos demócratas y republicanos que hasta intentan hablar español prometen todo, pero cuando ganan olvidan a los inmigrantes y a los votantes latinos. Son volubles, no es novedad, son así todos los políticos y gobernantes del mundo; sin excepción.
La división y lucha por el poder que habitará la capital estadounidense en los próximos dos años, hará imposible cualquier intento de que en el Capitolio se apruebe una reforma a las leyes de inmigración.
Los demócratas que pueden empujar el proyecto de ley que diseñó Biden para regularizar a los inmigrantes indocumentados no tienen los votos que se requieren y, los republicanos que los tienen están en contra.
En política los buenos deseos no tienen eco, la retórica sí. Ya lo verán y no es que sea pitoniso ni ave de mal agüero, pero apuesto doble contra sencillo, claro, con la venia del Chamuco y mis padrinos, los hijos del Averno, a que empezando 2024 los candidatos a la presidencia de Estados Unidos y los integrantes de la Cámara de Representantes y del Senado que buscarán la reelección, tomarán de nuevo el lema de la reforma migratoria como promesa al voto latino.
Si llega y si lo dejan, Donald Trump, de quien no se sabe si será candidato presidencial por los republicanos o de manera independiente, revivirá su racismo y desprecio por los inmigrantes. A los mexicanos Trump nos volverá a responsabilizar de la incontenible drogadicción de millones de estadounidenses, de la violencia contra gringos blancos como él y seguirá adelante con su propuesta de amurallar la frontera sur de su país que colinda con la del norte del nuestro. Si Trump ya lo hizo y le dio resultado, por qué no hacerlo de nuevo.
Los mexicanos y los inmigrantes para Trump somos la piñata y no el cuerno de la abundancia electoral. La elección presidencial de Trump, e incluso su derrota para reelegirse ante Biden, pulió el racismo de más de 70 millones de estadounidenses que votaron por él para primero ungirlo en la Casa Blanca y después intentar reelegirlo.
Es muy sencillo entender el concepto de lo que Trump representa, que algunos se nieguen a entenderlo es otra cosa. En estos momentos las prioridades en Estados Unidos no son los migrantes. ¡Es la economía, estúpido!, como lo gritó Bill Clinton hace algunas décadas.
La manipulación y uso de votantes latinos por parte de demócratas, republicanos y por Trump es un latigazo que deja cicatriz. Biden y sus correligionarios demócratas están imposibilitados para aprobar una reforma migratoria integral. Cualquier intento en este sentido será neutralizado por los republicanos en la Cámara de Representantes. Una reforma electoral aprobada en el Capitolio antes de las elecciones presidenciales y generales de noviembre de 2024 sería una mina de oro para las aspiraciones de reelección de Biden y lo mismo para los demócratas en su intento por recuperar el control del Capitolio.
Los republicanos no lo permitirán. Es más, nuevamente burlándose de los votantes latinos y usando a los inmigrantes como moneda de cambio, los republicanos prometerán en la campaña que si los ayudan a quitarle el Senado a los demócratas y la Casa Blanca a Biden, ellos se encargarán de aprobar la tan añorada reforma migratoria. ¡Patrañas!, si logran su cometido y borran a los demócratas del poder legislativo y ejecutivo, inmediatamente se olvidarán de la reforma migratoria y todo nuevamente será el cuento de nunca acabar.
Ni demócratas ni republicanos quieren cambiar sus leyes de inmigración, llevan desde el año 2000 incumpliendo esta promesa y así seguirán por muchos años venideros.