(14 DE NOVIEMBRE, 2022) Por J. Jesús Esquivel.
Monstruo naranja desinflado
Washington – Las elecciones intermedias que se celebran cada 4 años en Estados Unidos no son un acontecimiento de gran atención ni relevancia para el mundo, pero las de martes 8 de noviembre de este año lo fueron porque catalizaban y catalizaron el eventual futuro político del personaje posiblemente más polémico y polarizante de este siglo: Donald Trump.
El que los demócratas o republicanos se apoderen del control representativo del Capitolio en Washington es un hecho político estadunidense que no quita el sueño ni les incumben, por ejemplo, a muchos pueblos rurales de Guerrero, Puebla, Zacatecas ni a los de provincias y comunidades de China.
De estos lugares tan cercanos de Estados Unidos, en el caso de las entidades federativas mexicanas o tan lejanas en el de las chinas, miles de sus ciudadanos integran la fuerza laboral inmigrante de las manufacturas y del sector de servicios estadunidenses y, por lo tanto, su papel es irremplazable para las remesas y el desarrollo macroeconómico.
Trump, sin ser candidato en los comicios intermedios de Estados Unidos, era objeto de atención y de temor porque entre los aspirantes republicanos él había endosado a más de 300 que, como él, en su proselitismo prometieron cerrar las fronteras de su país, volver a criminalizar a los inmigrantes y perseguirlos hasta deportarlos.
Pese a que todavía se están contando con riguroso escrutinio los sufragios emitidos en las elecciones intermedias, el resultado general es sencillo; la enorme mayoría de los candidatos del expresidente de Estados Unidos perdió. En otras palabras, y como dirían los ya residentes del Averno, la mansión del Chamuco y cuna materna de mis padrinos: el Monstruo Naranja se desinfló.
Narciso, incongruente, manipulador y voluble por naturaleza y conveniencia, Trump ante los resultados de las intermedias se aventó una especie de cantinfleada que es posible haya provocado la repulsión en ultratumba a don Mario Moreno. “Los que ganaron fue gracias a mí, los que perdieron no fue culpa mía”, dijo el exmandatario. Nunca de cepa republicana, sino recogido porque políticamente les convino en 2016, año en que ganó la Casa Blanca, Trump es ahora un inconveniente para ese partido y ya no es el líder moral ni el ideólogo -esto último es una cacofonía que aunque lo duden así lo ven los gringos conservadores que lo idolatran- con grandes posibilidades para volver a ser el Patrón del Mal de la Casa Blanca.
Greg Abbott y Ron DeSantis, gobernadores de formación republicana, ganaron la reelección en sus estados; Texas y Florida, respectivamente. En la política cambia todo en un instante con la decisión de los votantes y ahora el Monstruo Naranja dejó de ser el consentido. Abbott y DeSantis son ya en automático favoritos para disputarse la estafeta de candidato a la presidencia por el partido republicano como miras a las elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 2024.
Irónicamente, se había pronosticado que los demócratas perderían la representación mayoritaria en el Senado y en la de la Cámara de Representantes por culpa de la impopularidad del presidente Joe Biden y la gran popularidad de Trump. ¡Oh sorpresa! Resultó que los electores no son tan represivos con Biden y los demócratas y que una proporción significativa de ellos en la actualidad repudia al trumpismo y a su líder.
En el Senado, los demócratas se quedaron con el control y es posible que el 6 de diciembre, con el resultado de la segunda vuelta electoral para definir el escaño pendiente correspondiente al estado de Georgia, agreguen otra curul a su favor y termine con ganancia.
En la Cámara de Representantes la moneda está en el aire y aunque apunta a favor de los republicanos, estos no aplastaron a sus enemigos políticos como se vaticinó. Todo, emanado de la desinflada de Trump.
A ojo de buen cubero, como diría el etílico Felipe Calderón y que me perdone el Chamuco por mencionar a tan aberrante personaje, pero así dicen los borrachos; los electores estadunidenses no olvidaron que el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 fue generado por el narcisismo de Trump al no aceptar su derrota ante Joe Biden en las elecciones de noviembre del año anterior. La democracia estadunidense estuvo en riesgo ese día en Washington y posiblemente lo volverá a estar en las elecciones de 2024 si el personaje del pelo naranja se apunta como candidato que, si no es por el republicano lo haría como independiente.