(07 DE SEPTIEMBRE 2022) Por Violeta Vázquez Rojas Maldonado.
Es la gente
La llegada de López Obrador a la presidencia trajo consigo un cambio drástico en la relación entre el poder político y los medios de comunicación corporativos. El cambio se puede apreciar desde una dimensión cuantitativa y una cualitativa. La primera se mide en el gasto erogado por el Gobierno de México en publicidad oficial. En el sexenio de Calderón, el gobierno federal gastó 38 mil millones de pesos en publicidad oficial. El sitio Contralínea, al reportar esa cantidad, la compara con la que se destinó en esa misma administración a la Cruzada contra el Hambre, unos 30 mil millones. Y aunque el gasto en publicidad de Calderón parezca escandaloso, languidece ante lo gastado por Peña Nieto: más de 60 mil millones, según una investigación de Artículo 19. En los primeros tres años de su gobierno, Andrés Manuel López Obrador ha destinado a publicidad un poco más de 8 mil millones, la tercera parte de lo que Peña Nieto había gastado a las mismas alturas de su sexenio.
Pero la dimensión del gasto no es, ni mucho menos, el contraste más interesante con los gobiernos pasados. A esa dimensión cuantitativa acerca de cuánto dinero cuesta hay que añadir, necesariamente, el estudio de cómo se lleva esa relación. Tal vez la pieza más importante en este nuevo mapa mediático sean las conferencias matutinas del presidente, que han solventado parcialmente la necesidad de recurrir a grandes medios para dar a conocer logros del gobierno, pero también han servido como tribuna para dictar la agenda noticiosa, impartir formación política -o divulgar el programa ideológico, como se le quiera ver- y, sobre todo, han consolidado un modelo de comunicación horizontal entre el presidente -y también los encargados de secretarías, subscretarías y otras carteras- y los reporteros que les plantean preguntas, les comunican denuncias o les transmiten quejas.
Las mañaneras merecen un análisis minucioso y un texto aparte -largo, por cierto-. Pero no son ellas las que me ocupan aquí. En este cambio del paisaje mediático me llama más bien la atención el papel de los proyectos periodísticos emergentes. Algunos son emergentes por nuevos y otros porque, aunque ya existían desde hace años, en este sexenio han cobrado notoriedad o se han fortalecido. La mayoría son canales de Youtube que aprovecharon el vacío dejado por los grandes medios cuando éstos decidieron no cubrir las mañaneras y se alinearon con la campaña de insidia y noticias falsas que ha terminado de alejar a mucha gente de sus audiencias. Pero el espectro abarca también la comunicación gráfica en medios impresos y algunos medios digitales escritos.
En el nuevo contexto de la relación entre los medios y el poder político, y ante la emergencia de decenas de plataformas noticiosas, especialmente en redes sociales, un cambio cualitativo imposible de soslayar es la relación de los periodistas con las audiencias. ¿Ha habido un cambio en esa relación respecto de cómo era antes? Si es así, ¿qué ha cambiado y por qué?
Voy a proponer tres puntos para contestar esas preguntas. El primero es que la relación entre los periodistas y las audiencias ha cambiado en gran parte con la interacción de ida y vuelta que facilitan las redes sociales. El segundo es que también ha cambiado la relación entre los medios y los periodistas, muchos de los cuales ahora autofinancian sus propias plataformas, independientes de los grandes consorcios informativos. El tercero es que muchos periodistas, y especialmente quienes hacen análisis político en la 4T, ya no le hablan a una élite de «expertos» que se comentan entre sí, y han elegido alejarse también de la figura del intelectual advenedizo que sólo le habla a aquellos a quienes quiere parecerse. Este nuevo periodismo -que en algunos casos, de hecho, es muy viejo- les habla a personas comunes y reconoce su interés auténtico en entender el momento político que viven.
Sobre el primer punto, sólo diré que la comunicación horizontal (o semi-horizontal) que facilitan plataformas como Youtube, donde la audiencia puede dejar comentarios en un chat en vivo y, de manera más importante, donde puede convivir e intercambiar opiniones con otros miembros de la audiencia, es una ventaja poco reconocida, pero muy poderosa de estas plataformas frente a la televisión tradicional, que no facilita la conformación de redes de televidentes.
El segundo punto merece mayor estudio y elaboración, pero por ahora sólo hay que anotar que la prensa emergente ha conseguido su solvencia gracias, entre otras cosas, a la posibilidad de monetizar sus sitios y canales de internet. Las condiciones no son ni lejanamente parecidas a las que caracterizan a los grandes medios corporativos, desde luego, pero les garantizan a los periodistas y sus proyectos una independencia económica que, si bien en términos materiales puede ser modesta o hasta precaria, en términos éticos es invaluable, pues están sostenidos en gran parte por sus propias audiencias.
El tercer punto es la interlocución. El movimiento social que finalmente llevó a López Obrador al poder a través del voto masivo no desapareció después del 1 de julio de 2018. Y aunque muchos de sus militantes se integraron al gobierno en diferentes niveles, la mayoría de sus simpatizantes continuó con su vida y con sus espacios de organización, virtuales y presenciales: círculos de estudio, chats de discusión, brigadas, salas de lectura, etc. Esa gente, movilizada y politizada, no se iba a convertir de un día para otro en consumidora inerte de noticias. Al contrario, las coyunturas tecnológica y política que coincidieron este sexenio les dieron la oportunidad de fortalecer sus redes y de interactuar con los periodistas que los eligieron -y que en algunos casos los han elegido siempre- como sus destinatarios, pero también como sus remitentes, como escuchas pero también como hablantes.
No sé si son muchos o pocos los proyectos que caen bajo la descripción que he tratado de esbozar en estas líneas. No mencionaré ejemplos por temor a incurrir en omisiones. Pero creo que cada lector o lectora los identifica claramente, y probablemente elige informarse con esos proyectos periodísticos porque esos periodistas los eligieron a ellos primero. Mientras que los medios corporativos imaginan a su audiencia como consumidores de noticias, el periodismo que comprende el nuevo ecosistema de medios ha tomado la decisión ética de elegir a su interlocutor: es la gente.