(17 DE MAYO, 2022) Por Alejandro Páez Varela.
El elefante
Dentro del movimiento del Presidente se tiene muy claro que habrán, desde afuera, intentos por provocar esa ruptura. Para estos actores externos es tan valioso un desgarramiento interno en Morena como la selección misma de su candidato.
Al interior del lopezobradorismo, más que adentro de Morena, hay detalles de la sucesión presidencial que no se han discutido y de ellos, uno en particular es el elefante en la habitación. Todos saben que allí está, pero jamás se discutirá en público, más allá de ciertas vaguedades o recomendaciones que puedan venir del Presidente o de los que se puedan considerar “fieles de la balanza” o actores neutros. El tema allí está, como un elefante, y ocupa gran parte del cuarto; pero antes que señalarlo o moverlo o despertarlo, por conveniencia se le da la vuelta. El tema al que me refiero es la posibilidad de una ruptura.
Que no se hable en público de él no significa que no sea un elefante. Para algunos, corresponde directamente a Andrés Manuel López Obrador tocar el tema y a nadie más, porque los líderes dentro del movimiento tienen etiquetas que les impiden decirlo sin que se interprete como un posicionamiento de grupo. Si Mario Delgado hablara sobre la posibilidad de una ruptura interna durante el proceso de selección del candidato para 2024 de inmediato se relacionaría, diga lo que diga, con un planteamiento desde el grupo de Marcelo Ebrard. Lo anterior es apenas un ejemplo que se puede multiplicar al infinito.
Dentro del movimiento del Presidente se tiene muy claro que habrán, desde afuera, intentos por provocar esa ruptura. Para estos actores externos es tan valioso un desgarramiento interno en Morena como la selección misma de su candidato. Un Gabriel Quadri bien puede representar el pensamiento de PRI, PAN y PRD, pero difícilmente ganaría la Presidencia; lo mismo pasa con una Lilly Téllez o una Margarita Zavala, un Luis Donaldo Colosio o un Enrique de la Madrid: sí, representan a la derecha mexicana y son ejemplares dignos de ella, pero ya a población abierta difícilmente podrían competir con una Claudia Sheinbaum o con un Marcelo Ebrard. Por eso es que dentro del lopezobradorismo se entiende que los grupos intelectuales, políticos, empresariales y mediáticos querrán alentar la discordia porque sólo así, dividiendo, podrían aspirar a crecer en las encuestas.
Los operadores políticos del McPRIAN –y discúlpenme que ya ni cuente al PRD pero ya no sale en las encuestas– buscarán inyectar descontento dentro de la izquierda a través de personajes clave. Primero, generando desaliento con la idea de que “el Presidente ya decidió quién lo va a suceder”; segundo, abriendo las puertas de par en par aunque sin dejar en claro para qué; un “vente, acá vemos”, como hicieron con Ricardo Monreal en 2018, aunque era sabido que jamás bajarían a Alejandra Barrales por subirlo a él en la candidatura por la capital.
Monreal nos decía en entrevista para el libro La Disputa por México: “Pero al final, si nosotros tres [Sheinbaum, Ebrard y él] o el propio Adán Augusto; si los cuatro no nos ponemos de acuerdo, uno de ellos, el que se salga con el diez por ciento, ya no le pidas más, con el diez por ciento de intención de voto que arrastre afuera y perdemos o podemos perder. Porque le disminuyes a la fuerza hegemónica y le agregas, en una suma doble, al grupo opositor; porque ese tendrá que estar solo en uno de los dos bloques. Por eso es lo importante de que Morena tenga la capacidad y el talento de abrir el proceso, de no satanizar y no perseguir a quienes pensamos diferente”.
Detrás de ese breve párrafo hay mucho, pero me voy por partes.