(04 DE MAYO 2022) Por Violeta Vázquez Rojas Maldonado.
«Las pluris han muerto, vivan las pluris»
La semana pasada se presentó en la conferencia matutina la iniciativa de Reforma Política del presidente López Obrador. La reforma toca siete aspectos fundamentales de nuestra organización político-electoral (financiamiento a partidos, reducción de legisladores, conformación del instituto árbitro, entre otros) y propone para ello modificar 18 artículos constitucionales.
Tal vez la idea mejor acogida por la opinión pública, y que al mismo tiempo ha generado mayor confusión, es la de reducir (o, como lo llaman algunos, “desaparecer”) las diputaciones y senadurías plurinominales. Para entender este punto, y lo que propone la iniciativa al respecto, primero repasemos en qué consiste ese tipo de representación.
Recordemos que en la Cámara de Diputados hay 500 lugares. 300 de ellos corresponden a los distritos electorales federales, que son unidades políticas delimitadas por número de habitantes. Por ejemplo, en el estado de Morelos hay 5 de esos distritos y en la Ciudad de México hay 24. Dado que el distrito sólo existe para fines de elegir un diputado, es normal que la gente no sepa a qué distrito pertenece, y por la misma razón es usual que, a pesar de que los vimos hacer campaña e incluso hayamos votado por ellos, no sepamos o no recordemos quién es la persona que nos representa en la Cámara de Diputados.
Los 200 lugares restantes son las controvertidas pluris, diputaciones plurinominales o de representación proporcional. Las personas que ocupan estas curules no fueron elegidas directamente, sino que su partido las propuso en una lista. Cada partido propone cinco listas de posibles diputados plurinominales, pues el país está segmentado -nuevamente, sólo para propósitos de elegir representantes- en 5 circunscripciones. Al finalizar la elección se cuentan los votos válidos, es decir, los que no son nulos o por candidatos no registrados, se dividen entre 200 y se determina con cuántos votos se puede alcanzar una curul plurinominal. Los 200 asientos de representación proporcional se reparten, entonces, entre los partidos, atendiendo al orden de personas que integran sus listas (recordemos que para acceder a una de estas curules, el partido debe haber superado el 3% de la votación válida).
La fórmula mediante la que se reparten esos 200 asientos entre los partidos es un poquito compleja y no trataré de explicarla aquí, pero por lo pronto baste entender que estos lugares se asignan a cada partido dependiendo del número de votos que obtuvo en la elección. De ese modo, la Cámara de Diputados queda integrada no sólo por las personas que ganaron la elección en su distrito, sino también por otras personas que, aunque no se presentaron directamente a elección, representan al porcentaje de electores que votó por su partido.
Imaginemos un caso donde un partido gana un distrito con 34% de la votación, mientras que el 66% restante se divide en partes iguales entre otros dos partidos, cada uno de los cuales obtiene el 33%. En realidad, no hay mucha diferencia entre obtener el 34% y obtener el 33%, así que sería una injusticia que sólo los votantes del primer partido queden representados y los de los otros dos partidos no, siendo que tuvieron un número de votos cercano. Esta injusticia es la que trata de resolver la representación proporcional, y por eso es un principio noble que vale la pena preservar.
Pero también es verdad que las diputaciones plurinominales gozan de mala fama. Aunque lo lógico sería que cada partido propusiera en esas listas a sus mejores cuadros, la realidad es que es común que estos lugares se usen para pagar prebendas o para mantener en el poder a personas impresentables que jamás ganarían directamente una elección. La gente cuestiona la legitimidad de estas candidaturas porque finalmente no se someten al voto popular, sino a la decisión de las cúpulas partidistas.
Este último aspecto es el que genera tan buen recibimiento a la propuesta de “desaparecer las pluris”, aunque habría que tener cuidado, como dice el dicho, de no tirar el agua de la bañera con todo y niño, es decir: que en el intento de adelgazar las legislaturas no se nos vaya el principio de representar a todos los votantes y no sólo a los ganadores absolutos.
La propuesta de reforma política presentada por López Obrador logra este equilibrio. Se propone, primero, una modificación al artículo 52 constitucional: en lugar de 500 diputados sólo habrá 300. Pero éstos no serán los 300 diputados uninominales que conocemos (uno por distrito en elección directa), sino que serán elegidos mediante una lista. Cada estado tendrá un número de curules de acuerdo con su población. Así, por ejemplo, la CDMX tendría 22 representantes, Morelos, 5; Oaxaca, 10; Guerrero, 8, etc. Cada partido presentará por estado una lista con las personas que ocuparían esas curules, de acuerdo con el porcentaje de votos que el partido obtenga en ese estado. Supongamos que en Oaxaca un partido obtiene el 40% de la votación válida y otros dos obtienen el 30% cada uno (sé que estos números redondos sólo ocurrirían en una situación irreal, pero el propósito es meramente ilustrativo). En esa situación, el primer partido tendría 4 diputados y cada uno de los otros dos partidos tendría 3, completando así las 10 curules que le corresponderían al estado por su población.
La representación proporcional pura, como se le llama a este sistema, mantiene lo mejor de dos mundos: por un lado, garantiza la representación proporcional (es decir, quedan representados tanto los votantes de los partidos ganadores como de los no ganadores, en estricta proporción), y por otro lado, encomienda a los integrantes de las listas a ganarse el voto popular, pues de ello depende el número de curules que obtenga su partido en cada estado. Queda pendiente el problema de cómo se integrarán las listas y de cómo se garantizaría que las diputaciones representen a todos los sectores sociales de cada entidad federativa.
La pregunta de si en la iniciativa de reforma política desaparecen o no desaparecen “las pluris” tiene una respuesta chocante: sí, pero no. Desaparecen las diputaciones plurinominales como han sido hasta ahora, pero lo que no desaparece es el principio de representación proporcional. En términos simples, si por “pluris” queremos decir “legisladores de representación proporcional”, no desaparecen. Si por “pluris” queremos decir “esas personas que llegan a la Cámara de Diputados sin que nadie vote por ellos”, entonces sí desaparecen. Las senadurías plurinominales, de las que no hablamos aquí, desaparecen también.
Estemos o no estemos de acuerdo con esta propuesta, lo importante por ahora es conocerla, sopesar sus ventajas y desventajas y, como ya es costumbre, discutir en público y en privado el contenido de esta iniciativa. Porque lo que está en el centro de este debate es una pregunta muy simple y a la vez muy compleja: ¿cómo estamos representados nosotros, usted y yo, en ese órgano legislativo donde se toman decisiones tan cruciales como esta?