(28 DE MARZO, 2022) Por J. Jesús Esquivel.
De espías y García Luna
Washington – Desde finales de la década de los años 60 del siglo pasado, la CIA ansiaba poder espiar a sus anchas en México. Los agentes de inteligencia de Estados Unidos querían conseguir clandestinamente todo lo que pudieran de Cuba y la entonces Unión Soviética a través de nuestro país. No, no es cuento de vaqueros; cuando en Entre calaveras y diablitos decimos que la burra es pinta es porque en la mano tenemos los pelos del jumento. Lo que cuento arriba está documentado en el libro de Jefferson Morley titulado, Our Man in Mexico, Winston Scott and the Hidden Story of the CIA. (Nuestro hombre en México: Winston Scott y la historia escondida de la CIA).
A qué viene todo esto si la Guerra Fría ya se acabó aunque Vladimir Putin parece que quiere revivirla: a lo declarado el pasado jueves 24 de marzo en el Capitolio de Washington por el general Glen VanHerck, jefe del Comando Norte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
El general de cuatro estrellas, con la frialdad representativa de los jefes marciales, afirmó que en México se encuentra la porción más grande de todo el mundo de agentes del Departamento Central de Inteligencia Militar (GRU) de la Federación Rusa.
Al día siguiente de lo declarado por VanHerck, el presidente Andrés Manuel López Obrador admitió que no sabía cuántos agentes (espías) militares tendría desplegados Putin en nuestro país, acotando que México no es colonia de Rusia, China, ni de Estados Unidos.
Sabrán quienes tienen buena memoria del teje y maneje del espionaje internacional, que los intentos de la CIA de entrar con toda su caballería a suelo mexicano estaban evocados a contrarrestar las acciones de inteligencia de Moscú. Suena descabellado lo de que en México hay más espías de Putin que en cualquier otra nación. Es posible que VanHerck aderezara con receta propia la ensalada, pero el hecho geográfico de que al norte compartimos 3, 185 kilómetros de frontera con Estados Unidos no hace tan fantasiosa a dicha afirmación.
Pedí a un alto funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores el número de diplomáticos registrados ante la embajada de Rusia en México y me respondió que le diera un par de horas para conseguir “con protocolo el dato” y, sin embargo, antes de que culminara el tiempo límite de edición de los hijos del averno, seguía como novia de pueblo.
Regresemos con lo de la CIA y sus sueños. Aunque los espías estadunidenses sí tenían presencia en México estaban acotados. En esos años la política mexicana tenía cierto dejo de mayor simpatía con Moscú que con Washington; hasta que llegó Felipe Calderón a Los Pinos. Con la imposición estadunidense de la Iniciativa Mérida, Calderón aceptó crear la Oficina Binacional de Inteligencia (OBI) otorgando con esta la licencia de espionaje a todas las agencias de Estados Unidos que prometieron solamente vigilar a los narcotraficantes para ayudarlo en su guerra militarizada con la que pensó legitimarse. ¡Sí, Chencha, cómo no!
La CIA, el Pentágono, el Departamento de Justicia, el de Estado, de Seguridad Interior, entre otras dependencias federales estadunidenses abrieron un centro de espionaje con la bendición de Calderón.
Al ingenuo exmandatario su Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, -hoy encarcelado en Estados Unidos en espera de juicio por acusaciones de narcotráfico- lo convenció de que a cambio de dar licencia de espionaje a los güeros del norte estos le darían sus aparatitos para crear su propio búnker y poder así a sus anchas espiar a sus enemigos políticos, particularmente a López Obrador; entre otros. Espero recuerden cuando Calderón y García Luna caminando hombro a hombro presumieron las instalaciones de dicho búnker.
Mientras la CIA desde la OBI sentó las bases para lo que hoy tiene para hacer contraespionaje a los rusos y que es lo que hizo inferencia en el Capitolio VanHerck, el arquitecto de la lucha contra el narco de Calderón aprovechó el búnker con las sobras tecnológicas de Washington para espiar a cárteles enemigos del de Sinaloa y pasarle los datos a los Beltrán Leyva y a gente de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Los encauzamientos judiciales y millones de páginas con evidencias y múltiples grabaciones telefónicas que en contra de García Luna le formuló el Departamento de Justicia y que tiene la DEA, fueron interceptadas del búnker de Calderón. El espía resultó espiado.
*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.