Por Violeta Vázquez Rojas Maldonado.
(23 DE MARZO, 2022).- Sobre el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles la oposición ha dicho muchas cosas: que nunca se iba a terminar de construir, que resultaría siendo más caro que el aeropuerto cancelado en Texcoco, que jamás podría operar porque los aviones se estrellarían contra el cerro de Paula, situado inconvenientemente, según este bulo, en el mismo lugar donde se construirían las pistas. Esta es sólo una lista parcial de las decenas de historias falsas o tergiversadas que circularon hasta el lunes, porque a toda mentira le llega su hora y el lunes fue el día en que mucho de lo que se dijo sobre el aeropuerto de Santa Lucía ya no se pudo seguir sosteniendo.
El gobierno federal entregó sin un solo día de demora la primera etapa de una de sus más importantes obras de infraestructura, prometida para el 21 de marzo de 2022. Como punto de comparación, recordemos que la inauguración de la terminal 2 del AICM se había programado para el 30 de noviembre de 2006 y no sucedió sino hasta casi un año después, el 15 de noviembre de 2007. No recuerdo una sola obra de los gobiernos anteriores que se inaugurara puntualmente. Y aunque llegó a ser normal que las entregas se retrasaran y hasta se postergaran por tiempo indefinido -lo que a veces significaba para siempre-, la entrega perentoria del AIFA el 21 de marzo nos mostró, como primera lección, que es posible hacer las cosas de otra manera.
Incluso después de verse desmentidas, las quejas de la oposición no pararon, sino que cambiaron de giro: ahora resulta que el aeropuerto está incompleto, que no tendrá suficientes operaciones, y que no se parece al render que se había difundido originalmente. Lo que ignoran o pretenden ignorar es que la puesta en marcha del AIFA tiene tres etapas, y el lunes se entregó lo que se había proyectado para la primera: dos pistas, una torre de control, un edificio terminal con capacidad para veinte millones de pasajeros, un estacionamiento, una terminal de carga y una base de mantenimiento. Hay, desde luego, otras partes que se irán desarrollando en etapas subsiguientes, pero por lo pronto el aeropuerto está listo para operar, y eso, a quien sea que haya predicho con vehemencia otra cosa, lo desquicia.
Entonces surge un fenómeno interesante. Pareciera que al probarse errados los malos augurios de ciertos sectores de oposición, éstos quedan orillados a un último recurso: mostrarse tal cual son. Entonces surgen los embates de la desesperación: insultos clasistas y racistas contra el gobierno y sus simpatizantes que muestran que, en el fondo, lo que llaman «crítica» no es sino una retahíla de sinrazones y prejuicios arraigados en una ideología elitista, supremacista y colonial. Su odio explícito a las clases populares es digno de estudio. Una usuaria de Twitter, por ejemplo, comenta: «Hay pocas cosas tan incómodas de ver, como este video» (la coma viene en el original). El video al que se refiere muestra unas personas bailando en la sala de llegadas mientras cantan «Me canso ganso / Me canso ganso / Me canso que sí se puede».
Otro usuario, perceptiblemente furibundo, le contesta a Horacio Franco: «Claro! es un “aeropuerto” a tu altura, de pueblo garnachero, es una vergüenza ante el mundo». La lógica clasista y colonialista opera bajo una dicotomía curiosa: por un lado, sus impulsores exaltan sentimientos nacionalistas; por otro, aspiran a parecerse lo menos posible a la gente del país de donde son. De ese dilema contradictorio les viene una emoción doble de orgullo y vergüenza nacional al mismo tiempo. Y por eso piden disculpas «al mundo» (es decir, a eso a lo que se quieren parecer) de que su país no tenga un aeropuerto «a la altura» (lo cual revela que frente a él se ubican metafóricamente «abajo»). Como si al mundo que les importa a ellos le importara recíprocamente su autopercibido deshonor.
Los señalamientos de clasismo, justos y certeros, no se dejaron esperar. Un usuario de nombre Irving Gatell les rebate: «no, chairo, no es clasismo. Sólo sucede que nosotros sí sabemos de qué se trata un aeropuerto internacional. No todas las obras de un gobierno deben ser “para el pueblo”». Esta respuesta es elocuente porque nos permite apreciar otra de las fantasías de la gente que no conoce el país donde vive, pero probablemente tampoco conoce otros países tanto como dice. Por ejemplo, le llaman al AIFA «central avionera», por analogía con «central camionera», pues en su imaginario, la gente pobre viaja en camiones y sólo los ricos viajan en avión. Esta idea se finca en su ignorancia sobre la existencia de miles de trabajadores temporales legales que varias veces al año cruzan las fronteras en transporte aéreo. Probablemente esa ignorancia se debe, paradójicamente, a que usan poco el avión, a pesar de autonombrarse expertos en aeropuertos internacionales.
El binomio de orgullo-vergüenza nacional es también notorio en los dichos de figuras públicas. Una de ellas es Martha Tagle, que bromea con el nombre y la localización del Felipe Ángeles: «Hoy el presidente @lopezobrador inaugura el aeropuerto de Zumpango, que diga, el AIFA». ¿Por qué se supone que su supuesto equívoco debe ser gracioso? Porque para ella no hay nada más lejano a un nombre «de mundo» y por lo tanto, más inesperado para un aeropuerto internacional, que un topónimo derivado de una lengua indígena, como son los de centenas de miles de localidades, pequeñas y grandes, en este país. (Zumpango, por cierto, es una adaptación de «Tzompanco», que a su vez se forma por el locativo -co, y la base «tzompantli», que refiere, como todos sabemos, a un bastidor formado por hileras de calaveras. Espero no estar dando más municiones al prejuicio con este inocuo dato etimológico).
Otra es la senadora Lilly Téllez, que sentenció: «En el próximo sexenio se revertirá ese decreto. El NAIM será realidad en cuanto saquemos a estos léperos del poder. El primer vuelo será a Canadá, como símbolo de la aspiración de los ciudadanos por un país seguro, con Estado de derecho, educación, salud, prosperidad y libertad». El decreto del que habla es el que se emite el martes 22 de marzo de 2022, y que declara al Lago de Texcoco como área natural protegida. En él se condensa aquella petición derivada de la primera consulta ciudadana en este sexenio, en la que la mayoría de los participantes eligieron conservar en Texcoco un lago y cancelar la construcción de un aeropuerto que costaría más por mantenimiento que por construcción. El tweet de Téllez es la cúspide de un nuevo género que podemos llamar «plañido por Texcoco» y a la vez resume magistralmente dos días de clasismo, racismo y aspiracionismo exacerbados.
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