(21 DE MARZO, 2022) Por J. Jesús Esquivel.
Al cliente lo que pida
La demanda y consumo de opiáceos en Estados Unidos es imparable. El gobierno de Joe Biden ya no sabe qué hacer para detener la tendencia a el alza del número de estadounidenses que mueren cada 24 horas por sobredosis. En estos momentos y de acuerdo con las estadísticas oficiales del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), 274 estadounidenses fallecen todos los días a causa de sobredosis de drogas sintéticas, anfetaminas y metanfetaminas elaboradas con fentanilo. Lo grave es que en unas semanas el CDC dará a conocer nuevas cifras de la mortalidad por sobredosis en Estados Unidos correspondiente a 2021 y ya adelantan que serán más de 300 cada día. El fracaso de la guerra contra las drogas de Estados Unidos quiere un chivo expiatorio para encubrir sus errores.
Como en el pasado, Washington mira hacia el sur para intentar responsabilizar a México de sus pecados mortales. La Administración Federal Antidrogas (DEA) de Estados Unidos está frustrada. Sus operaciones en territorio mexicano no rinden frutos. La frontera sur estadounidense es una coladera para el trasiego de opiáceos y eso, no se puede entender más que como la derrota de la DEA.
Gracias a las nuevas reglas y regulaciones instrumentadas por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, a la DEA le ataron las manos y sus agentes que operan en México ya no se comportan como si estuvieran en su país; haciendo lo que se les antoja. Acostumbrados a meterse hasta en la cama de la hoy desaparecida PGR, los agentes de la DEA que tenían acceso a las averiguaciones previas; con el gobierno de AMLO se tienen que alinear; o dejan de tener injerencia en los asuntos puramente nacionales o se van del país.
La DEA está intentando ejercer presión sobre el gobierno mexicano por medio de casos instrumentados gracias al ejército de informantes que tienen dentro de la telaraña criminal del trasiego de drogas. Los agentes gringos intercambian información con las autoridades mexicanas, pero antes de actuar y a diferencia de lo que ocurría en sexenios anteriores, la información proveniente de la DEA se somete a escrutinio para verificar que no sea una treta de la cual los extranjeros queden como héroes y se salgan con la suya exponiendo una problemática de narcotráfico exacerbada por la plaga de la drogadicción al norte del Bravo.
Es cierto, el 90% de las drogas ilícitas que se consumen en Estados Unidos entran a ese país por la frontera norte de México. La realidad no finca la causa de la trágica muerte de tantos estadounidenses cada 24 horas en los mexicanos. Los responsables son el gobierno federal de Estados Unidos y sus agentes antidrogas. Así como no son los estadounidenses los que tienen la culpa de que entren anualmente a México entre 500 y 800 mil armas (cálculo oficial de la SRE), los mexicanos somos inocentes de sus muertes por sobredosis.
Claro está, y Entre Calaveras y Diablitos no hay cortinas de humo, aunque vivamos en las entrañas del averno, que compete a las autoridades de Estados Unidos vigilar que por sus fronteras no entren las toneladas y toneladas de drogas que consumen sus ciudadanos. Lo mismo para las de México que tienen la labor de asegurarse de que por la zona limítrofe del norte no ingresen las armas. En ese engranaje de problemas y de los cuales los únicos beneficiados son los narcotraficantes, lo que se requiere es cooperación y confianza entre los dos gobiernos.
La DEA sigue perdiendo credibilidad en México por culpa de sus teatros de querer ajusticiar a los capos del trasiego de drogas en Estados Unidos, lo cual expone su hipocresía. La historia de traiciones y mentiras, marca indeleble entre capos, lugartenientes y soldados de los cárteles, lo es también en las cortes federales estadounidenses. Ante jueces y jurados por medio de los fiscales del Departamento de Justicia, la DEA aboga para tratar con algodones a los criminales que según ellos y antes de tenerlos tras las rejas; envenenan y matan a tantos estadounidenses. De cada 10 narcos que enjuician, a 4 los convierten en testigos protegidos o cooperantes. Como siempre ocurre; los narcos van adelante en estrategias frente a los gobiernos y ya no le tienen miedo a la justicia estadounidense. Unas mentiras y delatar a sus compinches les vale una condena a modo de unos años en el bote y varios millones de dólares escondidos para luego vivir a gusto una vez liberados. Como dice la regla del mercado; al cliente lo que pida.
*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.