(13 DICIEMBRE, 2021) Por J. Jesús Esquivel.
CDMX.- Las personas que emigran de sus países por pobreza en busca de un mejor porvenir siempre serán las más vulnerables a la tragedia. Lo ocurrido en el accidente del tráiler a las afueras de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en el que perdieron la vida más de 50 migrantes centroamericanos, es un ejemplo que se repite constantemente. Cruzar las fronteras hacinados en camiones de carga y cajuelas de vehículos implica la posibilidad de accidentes automovilísticos. Decenas de mexicanos han perecido de esta manera en carreteras de la frontera sur estadounidense.
Duele pensar e imaginar los riesgos del peregrinaje de los migrantes. Desde que Donald Trump amenazó con imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque obligado, comenzó a hacerle el trabajo sucio a Washington con los migrantes centroamericanos y así empezó la cuenta regresiva para que se materializara una tragedia.
La militarización de la frontera sur de nuestro país con la presencia de los elementos de la Guardia Nacional hace que los traficantes de los migrantes centroamericanos a quienes pretenden llevar a la frontera norte que colinda con Estados Unidos, los trasladen por las rutas más peligrosas. Fue el caso de los migrantes hacinados en el tráiler de la muerte que sufrió el percance en Tuxtla Gutiérrez.
Sin una alternativa viable para su futuro económico y sin importar su nacionalidad ni el rumbo extranjero al que se dirigen, los migrantes son tratados y denostados inhumanamente. A los mexicanos, Trump nos trató con las patas. Si preguntamos a los migrantes centroamericanos cómo sienten que los trata el gobierno de López Obrador, su respuesta va en ese sentido.
Con el aumento de vigilancia en la frontera sur de los Estados Unidos, más agentes de la Patrulla Fronteriza, tecnología de punta y con militares de unidades de la Guardia Nacional, los migrantes mexicanos y de otras nacionalidades cruzan esa zona limítrofe por las vías y zonas más peligrosas y, en infinidad de casos, conllevan a la muerte. Ni el gobierno de Estados Unidos ni el de México, por ejemplo, tienen cifras precisas del número de mexicanos que mueren en su intento de llegar a Estados Unidos ilegalmente a través de caminos en el desierto del estado de Arizona. A esto debemos agregar la amenaza del narcotráfico que, con la promesa de llevarlos al norte, los recluta como mulas o cargadores de droga para luego, culminado el trasiego de enervantes, eliminarlos como si las personas fueran productos desechables y los entierran en fosas comunes en el desierto.
Luego de la derrota electoral de Trump, Joe Biden, su reemplazo en Estados Unidos, buscó con AMLO darle un giro humanitario al problema de los migrantes centroamericanos que cruzan México para llegar al norte. Abordar las causas de la emigración es la solución que proponen ambos mandatarios; invertir en Honduras, El Salvador y Guatemala para darle empleo a sus ciudadanos; combatir la corrupción, la criminalidad, el pandillerismo y el narcotráfico, es la lógica desde el sentido común de AMLO y de Biden. Tristemente esto no alcanza, mejor dicho, no llega a todos lo que debería llegar. Familia es familia, y muchos de los que emigran quieren y desean alcanzar a sus seres queridos que lograron lo que cada vez se perfila como un destino imposible: llegar a Estados Unidos a trabajar sin importar en qué ni bajo qué circunstancias.
Siempre que ocurre un siniestro de la magnitud como el del tráiler en Tuxtla Gutiérrez, tendemos a sensibilizarnos con la tragedia humana.
Los políticos y gobernantes -al fin eso, políticos y gobernantes- lanzan propuestas y soluciones que en papel suenan bien, pero que en términos reales son como el sueño imposible que obliga a las personas a emigrar.
La realidad económica de México, Guatemala, Honduras y El Salvador no ayuda a imaginar una solución al problema de la emigración ni al mediano y menos al corto plazo. Sensibilizar a Estados Unidos frente a esta realidad es un sueño guajiro. Aunque lo había anulado con el poder de su firma en una orden ejecutiva, Biden fue obligado por la resolución de una Corte Federal a revivir el programa de deportación de centroamericanos “Quédate en México”, y con ello crece el riesgo de que explote otra bomba de tiempo.
*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.