(8 DE NOVIEMBRE, 2021) Por J. Jesús Esquivel.
Washington – Una bocanada de aire fresco y limpio fue para la sociedad mexicana, ultrajada durante décadas por la impunidad, ineptitud y corrupción, saber que finalmente Emilio Lozoya Austin se encuentra tras las rejas por corrupto y ya no gozando de sus mansiones y restaurantes de lujo, penitencia que le había impuesto Alejandro Gertz Manero.
Lozoya Austin, exdirector de Pemex y de asuntos internacionales de la campaña presidencial del priista y ex primer mandatario, Enrique Peña Nieto, podría ser un diamante en bruto para la Fiscalía General de la República (FGR) si Gertz Manero procede como marcan los cánones de la justicia imparcial que todavía no se ventila del todo en México.
“No a todos les conviene que se conozca la verdad”, es más o menos lo que dijo la semana pasada la defensa de Lozoya Austin cuando por intervención de Palacio Nacional (aunque lo niegue el preciso) y no por sagacidad (¿cuál?) del fiscal Gertz Manero, a este aliado y colaborador de Peña Nieto se le mandó a prisión, donde debió haber estado recluido desde un principio por su participación en el caso Odebrecht.
No le convendrá a Peña Nieto, a Luis Videgaray, a José Antonio Meade, a Pedro Joaquín Coldwell, a Idelfonso Guajardo, a Gerardo Ruiz Esparza, a Miguel Ángel Osorio Chong, a Manlio Fabio Beltrones, a Ricardo Anaya y a toda la punta de priistas y panistas corruptos, pero a nosotros los mexicanos de a pie, claro que nos interesa conocer la verdad para poder castigar a los compinches de sus raterías. Si a Gertz Manero le vio la cara con promesas de denunciar y entregar evidencias de la presunta colusión y participación de Peña Nieto y Videgaray en Odebrecht, allá y la conciencia del fiscal general.
La auténtica justicia de la que casi nunca gozamos debería, por responsabilidad cívica, castigar como se debe a Lozoya Austin. Y no, no hablo del tehuacanazo con chile piquín o habanero molido ni de las torturas que se aplican en los ministerios públicos o en prisión a cualquier persona -menos a rateros de cuello blanco ni a políticos-, hablo de una táctica muy sencilla que no es ilegal y que garantiza los derechos humanos del humilde y sencillo Lozoya Austin que con este castigo echaría de menos al restaurante Hunan.
Siempre, Entre calaveras y diablitos está el detalle; para que hable y denuncie con fundamento y con documentos que dice poseer, al exdirector de Pemex lo deberían colocar en el hoyo. “El hoyo” es un eufemismo a la práctica del sistema judicial de Estados Unidos para aflojar a delincuentes de todo tipo de calaña.
El hoyo en las cárceles gringas es una celda de total aislamiento en la que a través de un hueco en una puerta de acero, el delincuente -sin verlos- se comunica con sus abogados cuando se lo permiten y le corresponde. Hasta un año puede durar el castigo del hoyo, pero ni los más testarudos y rudos criminales lo aguantan. Dicen que estando en el hoyo se siente que te vuelves loco. Por lo menos esto fue lo que narró Jesús Vicente Zambada Niebla El Vicentillo, durante el juicio por narcotráfico contra Joaquín El Chapo Guzmán Loera.
Cuando se negó a cooperar para denunciar a El Chapo y a otros capos del Cártel de Sinaloa, el Departamento de Justicia refundió por seis meses a El Vicentillo en el hoyo. El narcotraficante salió de la celda de castigo cantando de todo, hasta tangos. En detalle entregó a los gringos la información que coadyuvó a la captura de El Chapo. Y no sólo eso, reveló también las ubicaciones de las casas de seguridad, de pistas clandestinas y dio nombres de los socios y funcionarios gubernamentales en la nómina de pagos de su padre; Ismael El Mayo Zambada García.
Si la cárcel afloja a los duros, imaginen lo que podría hacer un hoyo mexicano con un fifí como Lozoya Austin. Si este remedio está de más y el ratero de cuello blanco suelta la sopa y denuncia a sus compinches, el dilema pasa a otro ámbito más urgente y fundamental de la justicia.
Añoramos y anhelamos en México el día que la justicia se aplique sin cortapisas. Si Lozoya, con evidencias y no con palabras zalameras a los oídos de Gertz Manero para salvar su pellejo, denuncia y exhibe a Peña Nieto entre otros muchos más, lo correcto y justo sería por encima de los deseos y del remedio de “abrazos no balazos” del presidente Andrés Manuel López Obrador, que a un expresidente se le castigue con todo el peso de la ley. Ya no estamos para solapar a corruptos y saqueadores.
*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.