(11 DE OCTUBRE, 2021) Por J. Jesús Esquivel.
Washington. – La evolución de la democracia mexicana sigue padeciendo los males del pasado corrupto, intolerante y elitista. Negarlo es imposible, tenemos varios casos con legisladores federales, estatales, gobernadores y presidentes municipales por todo el país. Voy a señalar uno en especial: el de Lilly Téllez, la ahora senadora federal por el estado de Sonora y representante de la bancada de Ricardo Salinas Pliego en ese recinto legislativo.
Todos los mexicanos tenemos derecho constitucional a ser electos, sí; aunque ya deberíamos haber aprendido de nuestros errores del pasado. Bueno, no, y es que en Entre calaveras y diablitos se encuentra la clave. A Téllez quien la hizo senadora fue Andrés Manuel López Obrador cuando la invitó a que se uniera a Morena y como se esperaba, él ganó la presidencia y ella la curul, y por eso hay que sufrirla por un tiempo.
Como lectora de lo que le escribían sus productores o productoras en Televisión Azteca, Téllez era regular. No recuerdo -y aquí disculpen mi ignorancia en farándula-, que a Téllez siquiera se la haya destacado por la buena lectura ante las cámaras de televisión de alguna investigación periodística de envergadura realizada por sus productores. No por aparecer en la televisión significa que tenga conocimiento de todo, casi todo o de por lo menos algo. Ni la frivolidad hace al monje y aunque la mona se vista de seda mona se queda; dicen por ahí.
El origen chapulín de Téllez y la notoriedad que ha ganado desde que renunció a Morena para pasarse al PAN sin quitarse la camiseta de las tiendas Elektra, viene del dedo de AMLO que se equivocó. De chapulina de llano pasó de repente a grilla. La fama que ha ganado Téllez en meses recientes no es porque sea docta en asuntos constitucionales y legislativos -que eso es lo que por lo menos debería exigir la ciudadanía a quienes aspiran a ser legisladores-. No, la lectora frente a las cámaras de televisión está en el ajo por culpa del presidente.
A López Obrador le dolió la traición política de Téllez cuando se cambió al PAN. Ella, avezada eso sí, para no perderse la oportunidad de salir en la foto, aprovechó cada mención de su nombre en Palacio Nacional para llevar más leña a la hoguera. Tenemos que reconocer que la senadora no pertenece a la liga de otras y otros ex integrantes del Congreso federal que surgieron de las pantallas de la televisión o del cine. Por lo menos no se duerme o no aparece como monigote durante las sesiones legislativas. ¿Recuerdan a Carmen Salinas y a Silvia Pinal? Téllez es grilla, sabe cómo llevar agua a su molino a costa de AMLO.
Sospecho que la mejor manera de ponerla en su lugar es ignorándola. En la farándula pasar desapercibida es sinónimo de fracaso. Sigo sin entender la razón por la cual el presidente se atoró en la trampa de Téllez por el caso de la Medalla Belisario Domínguez para Ifigenia Martínez. Si simplemente hubiera dicho que no asistiría a la sesión en el Senado porque la agenda se lo impedía, a los ciudadanos nos hubiese permitido dormir tranquilamente pese a tantos ladridos del perro.
Lo que haga o deje de hacer Téllez fuera de sus responsabilidades como senadora es asunto de ella. Por labores profesionales platiqué con ella cuando recién se pasó al PAN y no tengo ningún recuerdo de que se haya destacado por ser lumbrera política. Una grilla ignara y nada más.
Con Téllez en Palacio Nacional ocurre lo mismo que con Ricardo Anaya. Si el presidente lo ignorara, del perdedor aspirante a la presidencia sólo se acordaría su familia y los despistados. A Anaya le veo pocas probabilidades de triunfo si vuelve a competir por la grande. En la historia él tiene un lugar garantizado, la mención en un párrafo o dos como uno más de los candidatos presidenciales perdedores.
La imperfección democrática mexicana es vulnerable a todo. Los políticos, todos; incluido AMLO, arrastran mañas perfeccionadas por el PRI. Agarrar a cualquiera para sumar votos en el Congreso y las consecuencias de esos errores salen caras. Para muestra un botón que tiene los colores del emblema de la televisora cuyo dueño es amigo y protegido del mismísimo López Obrador, el Cid Campeador a nombre de los mexicanos en el combate a los deudores de impuestos.
*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.