(06 DE SEPTIEMBRE, 2021) Por J. Jesús Esquivel.
Washington – Por las restricciones sanitarias y de transporte, desde enero de 2020 no pongo un pie en estados de la frontera norte del país. No obstante, las fuentes periodísticas acumuladas a lo largo de los años y por tantos viajes a la región norteña, me mantienen informado de lo que ocurre por allá. La violencia no para y la inseguridad sigue siendo el común denominador; en resumen es lo que me informan.
Los cárteles del narcotráfico y el crimen organizado son los amos y señores de las ciudades y pueblos que colindan con Estados Unidos. El pleito entre criminales por el control de plazas y rutas para el trasiego de drogas se encuentra a niveles comparables a los que se vivieron durante el Sexenio de la Muerte de Felipe Calderón Hinojosa.
“La prensa nacional dejó de cubrir con la misma enjundia el asunto de la violencia por narcotráfico que priva aquí en la frontera norte de México, por eso mucha gente en el centro piensa que el país está más tranquilo y eso no es cierto”, me escribió hace unos días una de las fuentes del estado de Tamaulipas, en un correo electrónico en el que también me preguntaba cuándo iba a ir a Nuevo Laredo a reportear.
La inseguridad y la ola de violencia que azota al país es la asignatura pendiente en las tareas del gobierno federal. El 1 de diciembre se cumplirán 3 años de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador y, aunque él diga que tiene otros datos, no ha cumplido su promesa de pacificar al país. Sería un milagro y aunque no soy religioso, rezo porque ocurra, pero, así como me cuentan que están las cosas en los estados del norte, que son radiografía de la república para conocer el diagnóstico de inseguridad, veo complicado que AMLO cumpla. La militarización de la Guardia Nacional no ha funcionado para los objetivos de seguridad del presidente. Hace falta depurar a esa entidad gubernamental. La narcocorrupción entre sus filas la tiene lisiada. Es secreto a voces que elementos de la desaparecida Policía Federal fusionados en la Guardia Nacional, mantienen vínculos con los cárteles y el crimen organizado. Los otros datos que tiene Palacio Nacional impiden la limpia y hacerle caso a denuncias que se hacen al respecto.
Estados Unidos es absolutamente responsable de esa inseguridad y violencia. Sigue subiendo la demanda y consumo de todo tipo de drogas entre la sociedad estadunidense y el mercado negro de las armas empoderan a los criminales mexicanos a tal nivel que, han logrado intimidar al gobierno federal en enfrentamientos que lo ejemplifican. Las promesas de Joe Biden de que va a trabajar para bajar la demanda y consumo de drogas en su país no se van a cumplir. El tráfico de armas de norte a sur no parará mientras el Capitolio de Washington no apruebe una ley para restringir su venta; lo cual es un sueño imposible. Sin paz y con la violencia criminal no hay prosperidad ni avance en la lucha contra la pobreza; ejes cruciales en la ruta del sexenio de AMLO. Si hasta las personas que viven de la venta de botellas con agua en los puentes transnacionales que llevan de México a Estados Unidos pagan una cuota a los narcos que los extorsionan, quién sin empleo aspira a abrir un changarrito para sobrevivir al desempleo. Para qué pagar cuotas a criminales por intentos de sobrevivencia económica si es mejor incorporarse a ellos. Esta es una paradoja que me enchina la piel y me empuja a seguir investigando para denunciar periodísticamente la inseguridad y violencia por narco en el país.
Duele nada más decirlo, pero las estadísticas pintan una realidad lamentable. Hoy tenemos los mismos números que se registraron en los dos sexenios pasados sobre ejecuciones y personas desaparecidas. Si el presidente López Obrador tiene otros datos, ya es tiempo de que los muestre y fundamente. Al fin y al cabo estamos “a la mitad del camino” y queda tiempo para atender lo que de verdad importa, porque si esperamos a que lo haga Biden, como dicen los ciudadanos de los estados del norte, “estamos perdidos”.
*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.